Urbanita, según la definición de la RAE: “Persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad.”
Población, según la segunda acepción de la RAE: “Conjunto de personas que habitan en un determinado lugar.”
Urbanismo, según la tercera acepción de la RAE: “Concentración y distribución de la población en ciudades.”
Urbanista, según la segunda acepción de la RAE: “Persona versada en la teoría y técnica del urbanismo.”
De esta forma encontramos la relación a priori entre urbanista y urbanita. Pero esta relación se encuentra en muchos casos nublada por los aspectos formales y funcionales de la planificación. Pero no es solo que se vea nublada, en las Escuelas tampoco se hace mucho por aclarar esta situación, fomentando la importancia del plan general frente a la sociedad que lo va a habitar. El resultado de esta nefasta situación se puede observar al buscar la palabra “Urbanismo” en el motor de búsqueda Google.
En dicha imagen se ven algunos automóviles, mucho verde, unas pocas instalaciones deportivas como piscinas y un campo de futbol y edificios. En conjunto es una imagen tentadora, de un barrio residencial bastante tranquilo, cualquiera podría acomodarse a vivir entre esos edificios. Pero, sin embargo, no se representa ninguna forma de vida humana. La calle, queda relegada a su nuevo significado como lugar por donde circulan los flujos automovilísticos.
No hay interacciones entre los vecinos y su barrio. Los urbanistas dirán que esas relaciones las debe generar la propia comunidad, a través de una asociación de vecinos o asociaciones similares. Y muchas de ellas están en marcha, con interesantísimos proyectos culturales, deportivos y ecológicos. Es el urbanismo de la calle, de las interacciones intrapersonales.
Y de estas iteraciones entre las edificaciones y la población se destaca el ejemplo del equipo de Boa Mistura, que desde 2001 desarrollan propuestas y actuaciones para transformar las calles y crear una serie de relaciones entre los vecinos y visitantes y el lugar.
Estas interacciones son necesarias porque el ser humano es un ser social. Y no hay nadie que explique esto mejor para los arquitectos y urbanistas que Jan Gehl en “La vida entre edificios” de 1970. Es decir, hace más de 40 años que nos están avisando de que el vecino de la acera de enfrente en realidad es importante en nuestra vida. No porque tengamos una gran relación con él, sino que nuestra mente necesita de estas personas para estar cómodamente ubicada en el espacio.
No hace tanto nos recordaron esto, aunque tampoco le hicimos mucho caso. En la película “Inception”, se explica que el subconsciente del soñador crea una serie de proyecciones de personas. Y realiza esto de forma automática, para darle a dicho sueño una mayor verosimilitud.
Pero hoy en día, no basta con hablar de urbanitas y urbanistas. Y que, se está generando una nueva forma de entender las relaciones sociales; y la mayor parte de estas se realiza a distancia. Las telecomunicaciones están en auge, siendo ya poca gente la que no tiene un mínimo de 2 o 3 redes sociales o servicios de mensajería instantánea en su Smartphone. Estas personas son los miembros de un nuevo grupo, denominado los tecnourbanitas. Para ellos, las relaciones interpersonales han evolucionado de forma muy veloz. Y algunos arquitectos ya han empezado a usar estas relaciones tecnológicas con sus edificios. El mejor ejemplo de Madrid, el Medialab Prado y su fachada programable de Leds.
Pero la relación entre el edificio y el usuario no termina ahí, ya que hay más proyectos en los que la tecnología utiliza el soporte edificado para favorecer las relaciones humanas. Estamos hablando del proyecto “Dead drops”, esos USB anclados a los muros de nuestras ciudades que nos permiten intercambiar todo tipo de archivos de forma offline.
De esta forma, queda en nuestras manos, la de los arquitectos y urbanistas actuales, investigar estas relaciones entre edificios y tecnourbanitas. Ya que, la tecnología ha de ser nuestra primera línea de actuación. No obstante, tampoco hemos de olvidarnos de aquellas relaciones más “clásicas”. Un edificio ha de seguir siendo un edificio, un espacio definido donde podamos controlar la atmosfera. Y de esta forma, y ya que los tecnourbanitas, también son urbanitas, precisan de proyecciones o personas que cruzarse por la calle cuando socializan o simplemente salen a la calle a comprar el pan.
No olvidemos que las relaciones se producen a muchos niveles. Tantas, que a veces nos costara encontrarlas a todas. Pero ese es nuestro desafío, analizar de forma segregada las relaciones que se producen en la ciudad, siendo conscientes de que todas ellas están enlazadas las unas con las otras.
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