Poniendo en valor la socialización y las prácticas colectivas
Parece que existe una vinculación entre lo que evoca la ciudad y la manera en cómo nos relacionamos con ella. Lo físico y lo construido pueden provocar sentimientos y comportamientos determinados en las personas, pudiendo generar aceptación, rechazo o hasta indiferencia. La indiferencia hacia lo urbano, y en especial hacia el espacio público, puede interpretarse como síntoma de que éste parece ajeno.
En la actualidad, existe una desconexión entre el ciudadano y la vida urbana, que repercute en el funcionamiento de los espacios públicos. El aislamiento del individuo frente a lo público, tiene que ver, entre otros aspectos, con la limitada participación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Esto, se traduce en implicaciones sobre el uso y la función del espacio público. Por un lado, el espacio que no responde a las necesidades, sin atractivo; por otro lado, el espacio ajeno a los individuos, a sus vivencias y a su imaginario, donde no hay dueños ni vigilantes.
Dentro de este contexto, se intenta rescatar y poner en valor los procesos de socialización y las prácticas sociales, como formas a través de las cuales el ciudadano puede participar activa y eficazmente en lo urbano. Se gesta así, en el individuo, el interés por lo público como primer paso en el camino hacia la apropiación del espacio.
Re-definiendo el espacio público más allá de lo físico
Entender la apropiación, pasa en primer lugar, por entender el espacio público y lo que significa en la ciudad.
La complejidad en la conceptualización de espacio público radica en la diversidad de miradas y concepciones que se tienen sobre el mismo. Desde un punto de vista legal, se nos establece que el espacio público es de propiedad y administración pública, donde el derecho de suelo y su uso queda en manos de la entidad local correspondiente.
Desde la teoría urbana, son muchos los autores que han intentado definir el espacio público más allá de lo físico, como imbricación de lo físico, lo social y lo cultural. Como elemento que debe verse reinventado por la influencia de los nuevos desarrollos y avances en materia de tecnología e información. Esto modifica los patrones de comportamiento y relación entre individuos.
Se puede decir, que el espacio público es un producto complejo, compuesto y condicionado por los aspectos físico-urbanos, sociales, históricos y culturales. Además, es un lugar de identidad y sentido colectivo. Toma fuerza la idea de que es la dinámica de la ciudad y la forma como se vincula la gente con el lugar, desde donde pueden surgir espacios públicos que formalmente no lo son. Demostrando que un espacio necesariamente no lo es solo por el hecho de ser decretado por la administración, sino que se construye a partir de las actividades y el uso que se dé. Nace de las necesidades reales de los residentes-usuarios.
Las Pampas Urbanas en Lima, Perú, son un buen ejemplo de espacio público construido comunitariamente en los intersticios de la ciudad: “(…)especie de área verde (o de tierra), no diseñado ex profeso como parques pero que registran un extraordinario e intenso uso social y popular.” (Ludeña, 2013, pp. 96). Espacios vacíos, llenos de significado y contenido, que son altamente susceptibles a convertirse en espacios públicos “formales” gracias a la ocupación y apropiación comunitaria, procesos que solo pueden ser posibles si hay simbolismo, significado e identidad.
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