En Occidente el hombre percibe los objetos, pero no los espacios que median entre ellos. En Japón se perciben los espacios, designándoseles y reverenciándoseles bajo la denominación de ma, intervalo interpuesto entre las cosas.
Edward T. Hall: La dimensión oculta.
En la cultura japonesa existe el término Engawa – también referido como en – que puede ser traducido como espacio intermedio.
Desde un punto de vista espacial, se trata de un lugar semi-cubierto, definido por dos planos horizontales – solado y cubierta – un cerramiento que define el espacio interior de la vivienda y – eventualmente – un cerramiento exterior de paneles correderos – shoji. El engawa discurre alrededor de la vivienda, proporcionando un tercer espacio entre esta y la naturaleza.
Desde un punto de vista constructivo, el engawa consiste en un elemento de atado a nivel del zócalo de soportes y vigas de madera, proporcionando una protección de los aleros que aleja del borde exterior la tabiquería ligera y los pavimentos de estera vegetal – tatami – que se dañarían con la lluvia y el sol. Suele encontrarse al mismo nivel que el espacio interior de la vivienda, elevado del suelo, sirviendo una piedra como peldaño de acceso desde el jardín.
Atendiendo a la configuración constructiva de este espacio o a su material, podemos encontrar distintos tipos:
nure-en: espacio sin cerramiento, expuesto al exterior y la lluvia, normalmente a un nivel ligeramente inferior al suelo de la vivienda.
kure-en: los tablones discurren paralelos al cerramiento del edificio, y se encuentran en las esquinas a 45º.
kirime-en: el solado es perpendicular al cerramiento de la vivienda, compuesto, por tanto, de tablones más cortos.
takesunoko-en: el solado se realiza de bambú y paralelo al cerramiento.
A nivel conceptual se trata de un espacio de transición entre el exterior y el interior, siendo entendido como el lugar de unión del hombre con la naturaleza.
La tradición japonesa abraza una sensibilidad diferente respecto a la naturaleza de aquella presente en occidente […] Este tipo de sensibilidad ha formado una cultura que minimiza el límite físico entre la residencia y la naturaleza circundante y establece en su lugar un umbral espiritual.
[el japonés] considera que su casa y la zona que la rodea inmediatamente constituyen una sola estructura indivisible. Esa zona libre, esa franja de espacio que rodea el hogar se considera que es una parte más de la casa, tanto como puede serlo el tejado mismo. Tradicionalmente esa zona envolvente suele estar destinada a jardín, por minúsculo que sea, lo que proporciona a los habitantes de la casa el contacto directo con la naturaleza.
Tadao Ando: “Toward New Horizons in Architecture”
Uno de los arquitectos japoneses que ha estudiado el concepto de engawa y lo ha aplicado más allá de los espacios residenciales ha sido Kisho Kurokawa.
Kurokawa comienza a hablar en 1962 de la “arquitectura de la calle” como una zona intermedia. En oposición al concepto de plaza occidental y la distinción entre público y privado que conlleva, propone la calle oriental como un elemento sin límites concretos que acompaña las actividades humanas.
En su libro From Metabolism to Symbiosis realiza un recorrido histórico por la existencia del espacio intermedio japonés. Resalta su valor no sólo como albergue de actividades o extensión del dominio interior en el exterior; sino a nivel psicológico como mitigador del sentimiento de alienación creado por la arquitectura moderna y su separación del espacio urbano en público y privado.
En su proyecto para las Oficinas Centrales del Fukuoka Bank (1971-75) la plaza cubierta frente a la entrada se convierte en una gran zona intermedia.
En el diseño dejé sitio para un gran espacio engawa de 30 metros de altura bajo el alero. Hay árboles, esculturas, bancos; es un lugar para relajarse. Aunque el suelo es propiedad del banco, la gente es libre de utilizar este espacio a cualquier hora del día o la noche. Pueden leer, pueden cotillear; en el verano las cigarras vuelan y zumban desde los árboles; es una simulación de la naturaleza.
Kisho Kurokawa: “The Intermediary Space” en Each One a Hero: The Philosophy of Symbiosis
Considerado tanto desde su construcción como desde su función o desde su significado, el engawa es un lugar de encuentro: entre materiales, espacios, personas… Representa por ello un micro-cosmos de las posibilidades de la arquitectura, que es preciso apreciar e incorporar en nuestros proyectos cuanto antes.
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javiarqui dice
Muy interesante artículo.
Tengo la sensación de que muchísimos arquitectos sienten una gran fascinación por estos espacios intermedios (engawa) y como llegar a materializarlos.
No se si estaré acertado con mi apreciación, pero leyendo el artículo se me ha venido a la mente la S-House de SANAA. Creo que hace una interpretación magnífica del concepto de espacio intermedio o transición.
Un saludo,
Javier García Librero (@javigarciaarq)
rqlmartinez dice
Gracias a ti por el interés, Rodrigo. Y por plantear esta pregunta tan interesante, que voy a tratar, no de responder, sino más bien de reflexionar en voz alta.
Yo creo que, desde un punto de vista estricto de construcción e intención, no existe un engawa occidental. Es decir, no hay una estructura espacial con una reglas tan claras de formalización constructiva y función. Por supuesto que tenemos numerosos ejemplos de espacios intermedios: porches, soportales, pérgolas perimetrales, etc. pero creo que su función difiere de la voluntad de crear un lugar de transición entre la naturaleza y el interior, y suele responder a cuestiones más prosaicas de resguardo, control lumínico, etc. (que el engawa también cumple, pero sin ser su principal misión). Es interesante que estos espacios sean pervivencias de la arquitectura tradicional y que, en la arquitectura moderna, sean en muchos casos desechados, ya que la transición interior-exterior se confía más a la transparencia y a la desparición del límite que a la creación de un tercer espacio.
La arquitectura nórdica no es mi fuerte (si es que alguna lo es 😉 pero veo que Sverre Fehn menciona su intención de hacer un «homenaje a Japón» con la villa Schreiner, lo cual reforazaría que ese espacio, creado para dialogar con la naturaleza, no nace de una tradición occidental, sino de una incorporación del elemento oriental del engawa.
Por otra parte, el sentido que a mí más me interesa del engawa tiene que ver con la cuestión psicológica y sociológica cuando se incopora a espacios que ya no son propiamente residenciales. En este sentido, Kisho Kurokawa tenía muchas conexiones con el Team 10, participando en varios de sus encuentros, por lo que, en su caso, incorpora al espacio oriental las ideas que manejaban Aldo van Eyck (el reino del in-between) o los Smithsons (la filosofía del doorstep).
Así que se podría leerse de un viaje de ida y vuelta entre occidente y oriente; pero voy a dejar aquí la reflexión -o divagación- que casi ocupa más que el artículo.
Rodrigo Almonacid dice
Muy interesante lectura, desde luego. Mis felicitaciones a la autora por su exposición y elección de las referencias aportadas.
Para los legos (como yo) en la arquitectura oriental, me surge una duda que quizá podría aclararme Raquel: ¿Tiene sentido hablar de «engawa» en la arquitectura de Occidente? Si es así, ¿podríamos decir que, por ejemplo, en algunas casas de Sverre Fehn (pienso en la villa Schreiner) el corredor perimetral actúa igual respecto al paisaje nórdico o es muy forzado ese paralelismo?
Gracias por atenderme y enhorabuena a la autora por este artículo.
Rodrigo Almonacid
( @ro_almonacid )