Improvisar no es horrible, pero es agotador. Lamentablemente, las obras actualmente no distan mucho de tal planteamiento. Demasiados condicionantes, en muchas ocasiones intereses contrapuestos, bien por las normativas vigentes o, bien, debido a la multitud de técnicos que hoy en día deben formalizar el proyecto… y todo el proceso aderezado por la variable “tiempo”, un recurso cada vez más escaso, que nos obliga a trabajar en plazos de ejecución reducidos.
Frente a este planteamiento, tan alejado de los procesos utilizados en nuestra industria, los viejos sistemas y hábitos constructivos se resisten a desaparecer. La construcción es un oficio donde la tradición pesa demasiado. La evolución de las soluciones y planteamientos constructivos queda relegada al empuje del mercado, en un imparable, y teórico, caminar producido por la reducción de costes, o los ajustes impuestos a golpe de normativa.
No obstante, los técnicos hemos sido obligados a asumir toda la responsabilidad respecto a la calidad del producto final. Mientras la industria ha evolucionado en respuesta a una solicitud similar, la construcción sigue manteniendo en gran medida los hábitos del artesano.
Hoy en día, se pueden adoptar soluciones patentadas, certificadas en laboratorio, asociadas con procesos de montaje detallado, pero en demasiadas ocasiones el técnico prefiere marcar su impronta y experimentar, o confiar en la solución tradicional, en aras de una ficticia reducción de costes, a pesar que los oficios ya no son lo que eran.
Aunque parezca exagerado, quizás es el momento para aparcar la paleta, el martillo y la alcotana, los morteros, la soldadura… en general todo proceso que requiera habilidad manual.
Debemos esforzarnos en perseguir planteamientos constructivos de montaje seco, a similitud de nuestros muebles, coches, ordenadores o electrodomésticos.
Es el momento de volver la mirada hacia lo industrial, pero no por motivos estéticos. Debemos realizar una inmersión en los procesos de lo industrial, para poder asumir el presente.
Aún disfruto y aprecio el valor del bricolaje, de la solución a medida, de un diseño y construcción basado en lo manual, pero los actuales requerimientos de calidad nos empujan hacia otros derroteros… esas cosas son vestigios de otros tiempos. La sociedad hace mucho que aceptó como valor positivo el concepto del “hecho a maquina”. Incluso, más recientemente, hemos asumido el concepto “hecho por ordenador”… relegando a la producción manual como producto de baja calidad.
En resumen, más tornillos por favor.
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