Prototipo vs Arquitectura diseñada In Situ
Dentro de la producción arquitectónica, una opción que está en auge para los desarrolladores inmobiliarios desde los esquemas del nuevo empresarialismo urbano[1], es la de replicar diseños de prototipos espaciales en la vivienda de interés social. Son modelos aparentemente ideales a doc con la vida hipermoderna[2], con el único objetivo de tener una máxima rentabilidad del inmueble sin ofrecer calidad de vida.
Se ha construido la vivienda de interés social densificando el espacio en sentido horizontal, con casas idénticas que tienen variaciones en metros cuadrados y distinta calidad de materiales según el nivel socioeconómico del usuario, pero con un prototipo de mínimas variaciones.
Esto ha generado un espacio vivencial poco habitable: los espacios no se adaptan a las necesidades de convivencia y presentan carencias para aportar calidad de vida[3]. Son diseños que pasan por alto las condiciones geográficas y climáticas de su entorno. Tampoco contemplan la información existente sobre las instalaciones de servicios con que cuenta el área a intervenir, derivando en una sobreexplotación de la infraestructura con la que cuenta el terreno.
Esta metodología constructiva da lugar a trazas urbanas disociadas de las pre-existentes presentando una imagen urbana monótona que ignora las particularidades culturales de quienes las habitan. En suma, no son diseñadas In Situ, sino que encajan como modelos arquitectónicos preconcebidos para que el desarrollador inmobiliario obtenga una máxima rentabilidad.
El prototipo arquitectónico en general ha resultado en ciudades genéricas[4] donde se dificulta el auto-reconocimiento. En los prototipos modélicos de interés social, diseñados muchas de las veces a larga distancia a partir de información virtual, se impone “una uniformidad de existencia” a la realidad de los usuarios. Así, paulatinamente se intenta disciplinar espacialmente la vida de los individuos y sus escenarios cotidianos, omitiendo no sólo su natural vocación cultural sino también su particularidad. Se diseña para la globalidad, partiendo de un concepto de vida universal que omite la particularidad y que ignora los microcosmos culturales de las comunidades específicas.
El valor de uso del espacio de vivienda ya no se centra en satisfacer las necesidades subjetivas del usuario, sino en las cualidades objetivas del espacio arquitectónico; en su utilidad material y no como satisfactor espiritual.
Jean Baudrillard al respecto, hace un estudio minucioso en el Sistema de los objetos y en la Crítica de la economía política del signo y nos explica cómo se ha alterado nuestra relación desde un sistema que se olvida de la singularidad, hoy los espacios devienen en coherencia de conjunto con combinatorias incalculables. Así, entre el espacio utilitario y psicológico lo que existe es un sistema de soluciones funcionales y espacios interiores modelo[5]. Toda habitación puede ser multifuncional: sala del televisor, biblioteca o recámara.
La vivienda de interés social ha dejado de considerarse como un bien patrimonial y un derecho ciudadano[6]. La rentabilidad inmobiliaria en sí misma omite la habitabilidad, ponderando únicamente el tiempo de producción del prototipo, el tiempo de rotación de capital y costos de ejecución[7]. La vivienda deviene únicamente en objeto de interés económico.
A todo esto hay que añadir que las grandes manzanas de vivienda diseñadas desde el prototipo, son modificadas paulatinamente por sus usuarios, sobre todo por necesidades de seguridad personal, de acceso a vías de comunicación, de espacios de recreación y de comercio local. Pero estas adaptaciones improvisadas, al no responder a una planeación general, sobrevienen en espacios desorganizados, insulares, y nuevamente, poco habitables.
Esta situación paradójica, invita a reflexionar en el desarrollo de una arquitectura capaz de establecer un planeamiento general, pero pensado desde las necesidades específicas del usuario y desde la vocación natural de la zona: un reto interdisciplinario que debe contemplar al menos aspectos tecnológicos, antropológicos, culturales, históricos, de sustentabilidad y de impacto ambiental.
[1] Harvey, David (2003). Espacios del capital. Ediciones Akal S.A. Madrid.
[2] Lipovetsky, Gilles; y Serroy, Jean (2010). La cultura-mundo. Editorial Anagrama, Barcelona.
[3] Nussbaum, Martha C, Et al (1993). La calidad de vida. Fondo de Cultura Económica. México.
[4] Koolhaas Rem. (2010) S, M, L, XL. The Monacelli Press.
[5] Baudrillard, Jean (2004) El Sistema de los Objetos. Siglo XXI, México.
[6] Montaner, Josep Maria; y Muxi, Zayda (2011). Arquitectura y Política. Gustavo Gili, Barcelona.
[7] Palma, Fernando (2015). La vivienda de interés social, factor de movilidad social y espacial. UNAM. México
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