Cuando te sitúas en el eje estratégico del espacio urbano de la Museumplein, puedes divisar un reparto inteligentemente meditado para el destino, forma y función de cada mobiliario urbano, cada edificio, cada espacio público, cada punto de luz. Todos ellos se presentan perfecta y armónicamente provocando que cualquier persona que pasee por allí abra y ponga a funcionar sus cinco sentidos estrujando lo mejor de cada uno de ellos en favor de la estética, la belleza, la inteligencia, pero también el ocio, el turismo, la relajación o la historia, siendo la arquitectura el eje conductor de todo ello, y los edificios del Rijksmuseum, Stedelijk Museum y Museo Van Gogh, los protagonistas.
Rietveld, arquitecto principal al que se le confió el proyecto de este último en 1963, pretendió en sus planos crear una forma de vida, hacer que el producto o diseño interactuase con el usuario y crear diferentes experiencias, siendo protagonista principal, el cubo. La composición volumétrica constaría de tres cajas superpuestas a diferentes alturas, en una secuencia escalonada, y organizadas en torno a un patio central. En este espacio, iluminado cenitalmente, la escalera sería el elemento protagonista.
El espacio creado servía para exponer obras pictóricas, sin duda, aunque muchos vieron en él demasiado egocentrismo arquitectónico por parte de los discípulos del maestro, J. Van Dillen y J. Van Tricht, quienes lo finalizaron en 1973.
A Kisho Kurokawa se le encargaría en 1999 la ampliación del espacio museístico, principalmente para albergar las exposiciones temporales. Kurokawa, quien compartía con Rielveld su apego por las formas geométricas, marcaría una distancia al plantear un edificio basado en líneas curvas, basándose en el trazo de una elipse. De esta manera, el arquitecto japonés planteó el concepto de la simbiosis, un diálogo entre dos entidades diferentes, cada una con personalidad propia pero que buscan un bien común. Se planteaba pues, una simbiosis entre Oriente y Occidente, entre lo recto y lo curvo, el orden y el caos.
El éxito arquitectónico fue rotundo, sin duda. Sin embargo, la polémica en torno a éstos y otros muchos edificios similares en todo el mundo, Berlín, Madrid, París, Tokio, Nueva York, radica en la contraprestación que ofrecen para la distribución y desplazamiento por su interior de cientos de visitantes diarios que opinan sobre lo que ven, lo que pueden hacer y los espacios muertos de estos edificios; basta recordar el caso Guggenheim en España, cuyas estadísticas arrojan que los visitantes lo hacen más por su edificio que por su contenido.
Sobre estas cuestiones me ha hecho reflexionar mi visita al museo Van Gogh de Ámsterdam este verano, pues aún se habla, un año después de la inauguración de su nuevo hall, espectacular transparente de 650 metros cuadros de vidrio doblado en frío llevado a cabo por la firma holandesa Hans Van Heeswijk Arquitectos, de si ha cumplido con las expectativas económicas previstas por el gobierno para el museo o la recuperación de la inversión queda supeditada a un numero de visitantes desbordante que aún no es suficiente.
Los dos edificios han quedado perfectamente integrados, sin duda, pero bien es cierto que han quedado diferentes espacios muertos entre ellos, aunque éstos se consideran, según fuentes del museo, como daños colaterales, pues han sido tantos los metros cuadrados recuperados, eso sí, a costa de perder la configuración de jardín japonés de Kurokawa, que al deambular por el museo, sus áreas de ocio y descanso, tiendas en cualquiera de sus esquinas y puntos de encuentro para los visitantes, esos espacios descontextualizados, bien valen la pena, si el incremento de turistas y, por tanto, de los ingresos económicos del museo, se multiplican como lo están haciendo, en comparación con el propio Rikjmuseum y sus competidores en la plaza.
Para los amantes e investigadores del arte pictórico, podría parecer que la arquitectura que envuelve los cuadros de Van Gogh es más protagonista que la propia obra de arte postimpresionista. Es sin duda un debate: edificios levantados por prestigiosos estudios de arquitectura para albergar obras de arte en los que éstos, adquieren más relevancia que la propia colección o exposiciones que se encuentra en ellos. Quizás Arte y Arquitectura nunca se hayan alejado y separado, aunque aquellas vanguardias que conoció Rietveld se empeñasen en su filosofía estética de lo contrario.
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Julia Hernández dice
Estuve hace sólo 3 días, me ha parecido un análisis muy interesante. Además, he analizado a posteriori elementos de los que no me había dado cuenta. ¡Enhorabuena!
Ángel Granda Pérez dice
Agustín es realmente bueno explicando! 🙂 Es un placer que haya podido compartir su experiencia con nosotros y que te haya servido Julia