Tradicionalmente, en el mundo de la Arquitectura han existido dos figuras fundamentales para que el proceso constructivo se desarrolle de forma correcta: el Arquitecto y el Aparejador (llámese también Arquitecto Técnico, Ingeniero de Edificación y ahora… ¿Edificador?).
Tradicionalmente, en el mundo de la Arquitectura han existido latentes rivalidades entre esas dos figuras fundamentales.
¿Por qué?
No podría dar una respuesta concreta.
Quizá sea un problema del léxico. Cuando a los Aparejadores comenzaron a llamarles Arquitectos Técnicos, los Arquitectos comenzaron a denominarse “Superiores” para distinguirse de éstos. Asunto que no sentó nada bien a los primeros.
Quizá sea por el afán de superioridad del que presumen los Arquitectos, unido a la frustración que sufren los Arquitectos Técnicos que no tuvieron nota suficiente para estudiar en la casa de al lado.
El caso es que a los Arquitectos les han vendido que los Arquitectos Técnicos somos el enemigo porque tenemos menos conocimientos y sin embargo nos creemos iguales que ellos y además les quitamos trabajo.
El caso es que a los Arquitectos Técnicos nos han vendido que los Arquitectos son el enemigo porque se creen mejores, superiores y poderosos, cuando en realidad saben menos que nosotros de muchas cosas y además nos quitan el trabajo.
El caso es que alguien se empeñó en que Arquitecto y Arquitecto Técnico fueran archi-enemigos y lo consiguió.
Pero en realidad, Arquitecto y Aparejador deben ser archi-amigos. Son dos profesiones complementarias. Incluso me atrevería a decir que se necesitan mutuamente.
He de reconocer que no solo durante la carrera, sino también en mi vida profesional como jefa de obra, “compré” el rol del Arquitecto archi-enemigo. Y por ello quizá también “me vendí” como Arquitecta Técnica archi-enemiga.
Es evidente que no estaba siendo objetiva. Me estaba dejando llevar por los estereotipos y no era capaz de ver más allá de una figura insoportable.
Tuvieron que cruzarse en mi camino GRANDES Arquitectos, no por su fama, sus proyectos o sus escándalos, sino por su personalidad y su modo de ver la Arquitectura, para que mi concepto cambiara.
Comencé, entonces, a encontrar los puntos en común. Y descubrí que trabajando en equipo los trabajos se realizan con un adecuado nivel de calidad y, sobre todo, de profesionalidad.
A diario trato con futuros Arquitectos en los que no veo aires de grandeza, sino ganas de aprender y de superarse a sí mismos. Arquitectos cuyos maestros no son solo Arquitectos, sino Ingenieros, Matemáticos, Economistas… y Arquitectos Técnicos.
Probablemente encontrar un Arquitecto Técnico, o mejor dicho, dos, en un Grado en Fundamentos de la Arquitectura pueda ser un sacrilegio para muchos colegas.
Probablemente encontrar dos Aparejadores en un Grado en Fundamentos de la Arquitectura sea una oportunidad para que la formación de los Arquitectos sea técnicamente más completa.
Lo que sin duda está claro es que esta lucha interna no merece la pena porque no lleva a ningún lado. El mundo de la Arquitectura tiene una gran capacidad para adaptarse a las necesidades que demandan el mercado y la sociedad. Revaloricemos el trabajo en tándem en lugar de individualizarnos, hay sitio para todos.
Hagamos del trabajo conjunto nuestra propuesta de valor. Afirmo desde la propia experiencia que cuando los Arquitectos y los Aparejadores somos archi-amigos logramos excelentes resultados. ¡Merece la pena!
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